Quienes se consideran dignos de ser amados no necesitan muchas muestras de afecto para sentirse seguros y tranquilos. Como hay suficiente "me quiero" no precisan oír tantos "te quiero". Su autoestima es lo bastante buena como para pensar que si ellos mismos se inspiran amor, ¿por qué no van a inspirar amor a otro? No dudan constantemente.
En cambio, quienes no tienen la autoestima bien construida, no confían demasiado en poder infundir afecto en los demás. En este caso, la pregunta es, ¿cómo es posible que me quiera (si yo me quiero tan poco)? Así que precisan muchas confirmaciones de cariño para obtener un poco de calma y sentirse seguros. Dudan constantemente.
En el primer caso, el suministro de amor proviene del interior de uno mismo, mientras que en el segundo, la fuente de amor se sitúa en el exterior. Quien no encuentra suficiente amor dentro de si mismo fácilmente utiliza como recurso a los demás para nutrirse y compensar su carencia. Con frecuencia se sentirá atraído hacia personas que aparentemente tienen una autoestima alta, que es precisamente lo que a ellos les falta.
No es que sea malo interesarse por individuos con buena autoestima, el problema es que los dependientes emocionales, en su caos afectivo, suelen confundir arrogancia con fortaleza, egocentrismo con seguridad personal, delirios de grandeza con valía, así que fácilmente se vinculan afectivamente con parejas explotadoras, emocionalmente distantes, desinteresadas, ambivalentes o narcicistas. Agradar y conseguir la atención de este tipo de individuos se convierte en un reto que, de conseguirlo, las hará sentir más valiosas.
De hecho, el dependiente emocional y el narcisista se atren como imanes; el dependiente con su falta de amor a si mismo y su historial de carencias afectivas, busca un referente "elevado" que supuestamente le dará la protección que necesita, y al narcicista le va perfecto el carácter sumiso y con tendencia a la idealización del dependiente emocional.
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