Cuando se sufre de dependencia emocional, una de las mayores dificultades con la que hay que lidiar es la
aceptación de una ruptura, así que los intentos por recuperar a la pareja se
vuelven una obsesión. El miedo a la soledad, la incapacidad de asumir que ya no
nos quieren o que no desean estar más a nuestro lado, nos nubla la mente y el
corazón y una tiende a confundir las cosas con la intención inconsciente de
mantener el vínculo, aunque sea en su fantasía. Se inicia un periodo de
reconquista
Para autoconvencerse de que la
reconciliación es posible, se tiende a ver confirmaciones de interés por parte
del otro allí donde solo hay pequeños detalles amables. Confunde sensaciones
con hechos reales. Por ejemplo, la persona que anhela el retorno de la pareja,
se dice a si misma, “sí, a mi me ha llegado muy claramente su interés, sino no
me habría saludado con “tanta” alegría cuando nos cruzamos el otro día por la
calle”. Se engaña a si misma a golpe de autoconvencimiento, magnificando la más
peregrina muestra de cordialidad o cortesía. Sobrevalora los pequeños gestos y,
selectivamente, rechaza las mil evidencias que confirman el desinterés del
otro. Así se mantiene aferrada a la esperanza del reencuentro.
A veces, y siempre en el amor no
correspondido, lo primero que se tiene que perder es la esperanza. La esperanza
solo sirve para alargar la agonía e impide que empiece el proceso de duelo. Nos
da mucho miedo pasar por el dolor que implica la aceptación de una pérdida. Nos
olvidamos, pero, que ya estamos sufriendo lo indecible intentado recuperar
aquello que fue y ya no es y que, además, este dolor es estéril, nos hunde la
autoestima, mientras que transitar el duelo es un dolor productivo que, a la
larga, nos hará más fuertes e independientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario