lunes, 14 de septiembre de 2015

Mi abandono y yo

Cuando una se siente abandonada es una señal que alerta de que se está abandonando a sí misma y que necesita urgentemente atenderse. No que la atienda otro. La atención que nos brinda otra persona no debería ser más que un deseo, algo grato, pero no un requisito de importancia capital.

Así que cuando me vengan los tan conocidos sentimientos de abandono, me voy a preguntar, ¿qué necesito aquí y ahora para atenderme a mi misma?, ¿qué estoy evitando afrontar en mi que me empuja a llenar un vacío a través de otra persona en concreto?

Si me concentro en mi sentimiento, me permito sentirlo y lo sostengo, me estoy  haciendo responsable, desde la adulta que soy, de lo que me ocurre por dentro y busco una manera, en mí misma, de encontrar autoapoyo. Esto me fortalece

En cambio si,  en lugar de hacerme cargo de mi sentimiento de abandono, corro a buscar a otra persona, si en lugar de afrontar mi sensación, me dedico a huir de ella con la esperanza de que sea el otro quien me calme, me estoy comportando como una niña desesperada y herida. Esto me debilita.

Si busco calmar mi dolor a través de otro acabo siempre perdiendo. Si me dan lo que pido, ciertamente se aliviará temporalmente mi angustia, pero me haré cada vez más dependiente del apoyo externo, si no me lo dan, aparecerá el resentimiento y culparé al otro porque no ha cumplido con mis expectativas. 

Y no me estoy refiriendo a ser completamente autosuficientes, a no necesitar el suporte de nadie. Tampoco a no pedir ayuda cuando realmente la necesitamos. Lo que sugiero es que una aprenda a sostenerse a sí misma, a acoger desde el rol de adulta a su niña interior que está asustada. En definitiva, a no emperrarnos en que una persona en concreto nos dé lo que necesitamos y aprender a darnos a nosotras mismas exactamente eso que se le estamos pidiendo al otro: atención, cariño, consideración, cuidado, consuelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario