viernes, 28 de agosto de 2015

¿Por qué nos atraen los chicos malos?


El mensaje cultural que se nos manda desde la literatura, el cine, las series de televisión, la
publicidad, nos predispone a las mujeres a sentirnos atraídas hacia lo que llamamos “chicos malos”. El estereotipo de hombre duro, emocionalmente distante, autosuficiente, agresivo, solitario, que va por la vida con el ceño fruncido, mirada desconfiada y cara de cabreado, ese que parece que se va a comer el mundo con su poderío, ejerce un gran poder de seducción sobre las mujeres.

¿Que nos hace considerar estas características de inaccesibilidad emocional, dureza, soberbia, prepotencia, violencia, como cualidades deseables en un hombre?

Por un lado, este tipo de súper hombre aparentemente tan seguro de sí mismo, nos da la sensación de que nos va a proteger de todos los males y podremos respirar más tranquilas y seguras en este mundo hostil y patriarcal. Por otro lado, conquistar a un hombre tan esquivo, difícil, desinteresado de los afectos, supone un reto que nos hará sentir especiales como mujer, con más valor; habremos conquistado al más macho entre los machos.

Además, como premio gordo, nuestra supuesta femenina tendencia al amor incondicional, la empatía y la comprensión sin límites, actuará como un bálsamo mágico que conseguirá curar las heridas emocionales del macho rabioso que, en el fondo no es que sea malo, sino que de pequeño sufrió traumas que le llevaron a convertirse en un tipo frío y agresivo. Sí, nosotras lograremos sacar su sensibilidad, amor y ternura si tenemos la paciencia suficiente.

Tanto los retos de conquistar corazones huraños como la idea de que necesitamos protección masculina para vivir más tranquilas y felices, provienen de un sistema patriarcal que dispone que las mujeres somos seres insuficientes, débiles, que necesitamos el amparo de hombres duros y perpetúa las relaciones basadas en la  dominación/sumisión.

Mensajes de este tipo se divulgaban hace sólo unos 50 años en este país (España). Nuestras abuelas y madres fueron educadas bajo estos principios. Hoy en día sería políticamente incorrecto lanzar este tipo de ideas que suponen sumisión femenina, ninguneo hacia las propias necesidades, aprovechamiento por pertenecer a un género u otro. Racionalmente ya no pensamos así, pero en nuestro inconsciente colectivo, en nuestra parte más primaria, son valores enraizados, vigentes del patriarcado, que generan culpa, obligación y que sutilmente nos llevan a asumir roles en que uno es más importante que la otra. 


 

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